En la obra «Reflexión Anónima», se presenta una figura cuya identidad se desvanece en el anonimato, dejando solo la esencia de su ser. La silueta, capturada en perfil, se recorta contra la oscuridad, con el cabello oscuro derramándose sobre un hombro. Sentada al borde de una silla, la postura sugiere un momento de contemplación o pausa, un instante suspendido en el tiempo.
La oscuridad que rodea a la figura realza su silueta y el ambiente introspectivo de la escena. Es una imagen que desafía al espectador a mirar más allá de la superficie, a encontrar la conexión con el sujeto a través de la postura y la presencia, más que a través de los rasgos faciales.